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jueves, 31 de agosto de 2017

Visita a Llívia.

Un bebedero medieval en Llívia.

Estoy en Llívia. Aunque este pueblo del pirineo francés, pertenezca a Girona por un acuerdo. Llívia es una isla de tierra dentro de Francia. En esa isla y su iglesia está en el patio, este bebedero.

Soy poeta y exagerado por naturaleza, no quiero exagerar. Pero dudo que exista en mi memoria un bebedero de agua estilo medieval más bello que este.  Aclaro, un bebedero medieval era una soga, un cubo y un pozo. Esto no lo es, pero me gusta pensar que lo es.

Su estructura de base con varios bloques de la antigua muralla, su cara-máscara donde sale el agua con dos bloques más, es realmente de una solución simple y muy integrada al paisaje. 
Genial.
El detalle de poner un bloque para que las niñas como la mía se suban, es ya un matiz sublime. No es medieval pero su diseño engañoso así lo refleja. Me gusta ese arte de mentir en la piedra.

La metáfora perfecta del invierno en la Cerdanya: Leña.

Quien cortó y organizó esta leña no sabe de diseño, ni es experto en arte conceptual.  Solo ha vivido toda su vida en una Masiá de la Cerdenya, Lleida, donde el invierno es vida cotidiana en este paisaje medieval.
No sabe de arte, ni arquitectura, este Pagés amable que me ve escribiendo al amanecer muy cerca de él, que ya lleva horas trabajando en silencio. Pero esto, es arte por arte. Al menos para mí que piensa en el color del fuego que quemará toda esta manera solo para mantener la piel...

El paisaje y la despedida de Bellver de Cerdanya.

Iba conduciendo por Bellver de Cerdenya. No solo iba conduciendo iba pensando cómo uno puede irse de un lugar así y sobrevivir a la humedad del río Segre. Al silencio románico de la arquitectura medieval de este lugar.  Al olor maravilloso a mierda de vaca y naturaleza. Que nos hace saber que estamos lejos de la ciudad y rodeados de vida.
Ser zurdo me hace llevar el reloj de madera en la mano contraria de la mayoría. El color bambú del reloj contrasta con el verde húmedo cercano al río y mi propia negritud. 
No sé en qué estaba pensando la Rosa que me hizo esta foto, que para siempre será, mi último día cerca de la vida que tuvo Gustavo Adolfo Bécquer en La Cerdanya.