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lunes, 16 de noviembre de 2015

Un embarazo de futuro para despejar el horror de este finde en París.

Ayer saludé desde mi muro y blog a una amiga embarazada en Nueva Zelandia. Hoy al llegar a mi trabajo me encuentro con otra que no más verme, me muestra el maravilloso crecimiento de su niña, que nada en su piscina de carne natural hacia el futuro. 
Ella que me sigue, y me lee sabe que he estado demasiado pensando en el dolor de una ciudad como París y sus muertes este finde,  y es consciente  que me duele de cerca por amigos y vida. No hablamos una palabra de los atentados.

Su panza es la metáfora feliz de que la vida, puede ser una tarta de carne o montaña que anida un ser en su vientre y no sólo debe seguir, sino que lo hace maravillosamente a pesar del duelo.
Creo que no existe nada más bello que el embarazo, que alguien les negó albritariamente a los hombres.
Lo digo una vez mas:
¡me hubiese encantado parir a mi hija!
Pura vida.

Tetería: Or Verd. En el eixample Barcelonés.

Una tetería con puesta en escena y diseño cuidado donde prima el color pastel, afeminado con buen gusto sin llegar a ser muy kitsch. Revive levemente una decoración Belle Époque. Tasas de porcelana japonesas. Suelo que imita losas del siglo XIX.  Té de hierbas a elegir de varias regiones asiáticas. Puesta de mesa vintage. Puertas de corredera para servicios. Azúcar moreno. Chesecake de fresa y cake o tarta de chocolate. Cruasan y donus. Buena luz. Sofás o sillas de madera y mesas envejecidas. 
Eso, y lo siguiente. Una recomendación de una perla (su nombre femenino en latin es perla) para que pasará  por aquí, lleves a tu niña y sus barbys que devoran un tarta de chocolate en un segundo, con un batido de fresa. Gracias a esa flor que mira Barcelona con nuevos ojos fui, y disfruté con mi hija y Cía; y con Radamés, y su inédito libro de poemas.
Recomendable sitio.  Ah,  hay wifi para que no gastes datos. Carrer Diputación 158. Barcelona.

Torre Eiffel desde el Sena con orgullo de turista...

En esta imagen iba en barco por el Sena. Que técnicamente se llama Bateaux-Mouches. Los cascos que ves en la foto conectaban a un lector de CD.  Esos aparatos que ya no existen. No había nacido mi niña. Y llevaba baterías de respuesto,  eran más caras en París. El mp3 no estaba de moda aún, ambos liquidados por el smarphone.  

Miraba a la torre asombrado desde la humedad  y aún no había visto su puente glorioso en Oporto, también construido por Eiffel. Que tan bella tarde me hizo pasar en esa ciudad. 

Lo más raro no era el lector de CD,  sino esa gorra que llevaba que decía: Italia. Un año antes (2004) había visitado Florencia, Milán, Génova y Prato. O sea, tenía escrito: fervoroso turista en la frente. Y sabes qué, no me importaba. Era feliz. Estaba en París. Además, no le temo al ridículo, ni a las cartas de amor y poemas ridículos que escribo como Fernando Pessoa.

Es maravilloso el Sena. Los poemas en los que aparece, y la calma natural que genera ver perfiles de París de la Rivé Gauche o Droite desde un río.