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martes, 4 de noviembre de 2014

Porno nostalgia de aguacates cubanos.



Cuando te vas del país no tienes claro que cosas exactas del lugar donde naciste vas a añorar.
En el caso de las comidas, si vas a Miami, es evidente que la comida no es un problema nostálgico, sino un problema de control para la salud por excesos y abundancia. Habría que darle el Nobel de las frutas al "Palacio de los jugos."
 En cambio,  en Europa, además de otras nostalgias, la comida se eleva por encima de otros añoros y realmente cuando tienes delante una fruta traída de tu Caribe natal, la hueles, la disfrutas lento,  la retienes en la lengua, casi como un acto porno-cocina o eros culinario.
Este aguacate que le han traído a Lissette de Cuba es de categoría eros culinario,  ya me avisó hace dos noches cuando nos reunimos en Frijoles Negros,  que estaba fascinada con el tamaño, con el color y el sabor, le habían traído varios y sólo le quedaba este. 
Lissy hablaba con un entusiasmo similar a cuando habla de la India y cenamos en un restauran indio en Barcelona,  o del puente que fotografió esta semana en Londres. Hablaba de un aguacate-isla de su memoria, y Elenita, Direlia, Patricia, Yanko y yo, por separado, pensábamos en nuestro propios aguacates de la memoria en aquella isla.
Yo recordé que fue en Burdeos en 1999, acabado de llegar a Europa, donde en el mercado tradicional,  ví los primeros aguacates pequeños y de piel muy arrugada y de minúsculas semillas interiores; bajo los mismos decía su procedencia: Israel y Brasil. Supe que nada sería lo mismo.
Se me olvidó decirle a Lissy que no tirara la semilla. Que hace poco ví un tutorial en YouTube, donde explicaban los prodigios naturales de la semilla de aguacate para las diarreas y disenterías... Importante conservarla por si su niña inseparable de la mía se pone mala de la barriga.