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martes, 24 de septiembre de 2013

Ha muerto el opositor cubano Óscar Espinosa Chepe en España.

Económista y disidente cubano...preso de conciencia muy crítico con el régimen Castrista. Murió con 72 años  en Madrid. Junto con Laura Pollan, de las Damas de Blanco y Osvaldo Payá la oposición cubana pierde a otro de sus líderes y referentes. También a un agudo ensayista de las problemáticas de Cuba. Aquí un texto suyo.

El Problema racial en Cuba. 
Óscar Espinosa Chepe
publicado en El país, 2007.

En el proceso de involución general existente en la sociedad cubana desde hace años, no han faltado perniciosos efectos sobre la situación racial. La forja de la nacionalidad, acaecida fundamentalmente en el siglo XIX al calor de la lucha conjunta por la libertad de blancos y negros, hizo que los problemas raciales fueran menos críticos que en otras latitudes, a pesar de que la esclavitud del negro duró institucionalmente hasta 1886.

Con la instauración de la república, a inicios del siglo XX, se reforzaron los pasos hacia la integración racial. No obstante, se mantuvieron diferencias a favor del blanco en cuanto a riqueza y poder, basadas en que la población negra y mulata procedía de los estratos más humildes, en última instancia descendientes de antiguos esclavos, así como en prejuicios alimentados por tanto tiempo de explotación esclavista.

De todas formas hasta 1959 muchos intelectuales, profesionales y artistas negros fueron ejemplo de progreso, aunque realmente las vías para alcanzarlo eran generalmente más arduas que las enfrentadas por los blancos para lograr iguales posiciones. Los mejores clubs y sociedades recreativas eran únicamente para blancos y, en sectores importantes, como la banca, no resultaba fácil encontrar a personas de piel más oscura, a pesar de leyes anti-racistas dictadas con posterioridad al proceso de cambios sociales iniciados en 1933.

Con el triunfo de la revolución, en 1959, la retórica de los nuevos dirigentes políticos a favor de la igualdad racial promovió esperanzas de obtener una sociedad más justa. Las playas, las sociedades y las escuelas acogieron a todos, con amplias perspectivas para el acceso a la educación y el trabajo. Esto fueron factores que granjearon apoyo a las fuerzas que asumieron el poder por parte de la inmensa mayoría de los cubanos.

En su primera etapa, el nuevo Gobierno tuvo avances en la lucha contra los prejuicios raciales. Los buenos propósitos no siempre pudieron cumplirse. Si las escuelas y muchos centros de estudios se nutrieron ampliamente de mulatos y negros, así como tuvieron mayor espacio para la actividad deportiva y acceso a la recreación, los progresos no fueron iguales en el disfrute de viviendas decorosas o en la elevación del nivel de vida, lo que también afectó a toda la población, a pesar de la enorme ayuda económica recibida del bloque soviético hasta 1989.

De todas formas, negros y mulatos estuvieron entre los sectores que mayor apoyo rindieron al régimen, en función de la propaganda oficial dirigida a presentarse como defensor de los estratos más humildes de la sociedad cubana. Por eso, hasta esa fecha, el por ciento de cubanos con piel más oscura que se asentó en Estados Unidos fue significativamente minoritario; hoy, estimada en alrededor del 15 % del total.

Cuando ocurrió la pérdida de las subvenciones de la Unión Soviética y Europa del Este, y en Cuba se produjo la crisis económica más aguda de su historia, los negros y mulatos fueron los más golpeados, por ser los menos preparados económicamente para enfrentar la crisis a causa de las desigualdades no superadas y por constituir el sector poblacional con menos familiares en el extranjero y, en consecuencia, con menores ingresos provenientes de las remesas. En el país esa ayuda es vital, pues resulta imposible vivir con un salario promedio mensual equivalente a alrededor de 17 dólares, según fuentes oficiales.

En el proceso de involución general existente en la sociedad cubana desde hace años, no han faltado perniciosos efectos sobre la situación racial. La forja de la nacionalidad, acaecida fundamentalmente en el siglo XIX al calor de la lucha conjunta por la libertad de blancos y negros, hizo que los problemas raciales fueran menos críticos que en otras latitudes, a pesar de que la esclavitud del negro duró institucionalmente hasta 1886.

Con la instauración de la república, a inicios del siglo XX, se reforzaron los pasos hacia la integración racial. No obstante, se mantuvieron diferencias a favor del blanco en cuanto a riqueza y poder, basadas en que la población negra y mulata procedía de los estratos más humildes, en última instancia descendientes de antiguos esclavos, así como en prejuicios alimentados por tanto tiempo de explotación esclavista.

De todas formas hasta 1959 muchos intelectuales, profesionales y artistas negros fueron ejemplo de progreso, aunque realmente las vías para alcanzarlo eran generalmente más arduas que las enfrentadas por los blancos para lograr iguales posiciones. Los mejores clubs y sociedades recreativas eran únicamente para blancos y, en sectores importantes, como la banca, no resultaba fácil encontrar a personas de piel más oscura, a pesar de leyes anti-racistas dictadas con posterioridad al proceso de cambios sociales iniciados en 1933.

Con el triunfo de la revolución, en 1959, la retórica de los nuevos dirigentes políticos a favor de la igualdad racial promovió esperanzas de obtener una sociedad más justa. Las playas, las sociedades y las escuelas acogieron a todos, con amplias perspectivas para el acceso a la educación y el trabajo. Esto fueron factores que granjearon apoyo a las fuerzas que asumieron el poder por parte de la inmensa mayoría de los cubanos.

En su primera etapa, el nuevo Gobierno tuvo avances en la lucha contra los prejuicios raciales. Los buenos propósitos no siempre pudieron cumplirse. Si las escuelas y muchos centros de estudios se nutrieron ampliamente de mulatos y negros, así como tuvieron mayor espacio para la actividad deportiva y acceso a la recreación, los progresos no fueron iguales en el disfrute de viviendas decorosas o en la elevación del nivel de vida, lo que también afectó a toda la población, a pesar de la enorme ayuda económica recibida del bloque soviético hasta 1989.

De todas formas, negros y mulatos estuvieron entre los sectores que mayor apoyo rindieron al régimen, en función de la propaganda oficial dirigida a presentarse como defensor de los estratos más humildes de la sociedad cubana. Por eso, hasta esa fecha, el por ciento de cubanos con piel más oscura que se asentó en Estados Unidos fue significativamente minoritario; hoy, estimada en alrededor del 15 % del total.

Cuando ocurrió la pérdida de las subvenciones de la Unión Soviética y Europa del Este, y en Cuba se produjo la crisis económica más aguda de su historia, los negros y mulatos fueron los más golpeados, por ser los menos preparados económicamente para enfrentar la crisis a causa de las desigualdades no superadas y por constituir el sector poblacional con menos familiares en el extranjero y, en consecuencia, con menores ingresos provenientes de las remesas. En el país esa ayuda es vital, pues resulta imposible vivir con un salario promedio mensual equivalente a alrededor de 17 dólares, según fuentes oficiales.

Con una crisis tan prolongada en modo alguno debe sorprender que en las atestadas cárceles de la isla la abrumadora mayoría de los internados sean negros y mulatos, lo que tuve el privilegio de apreciar durante mi cautiverio en la Prisión Provincial de Guantánamo, el Reclusorio de Boniato en Santiago de Cuba y el Combinado del Este en La Habana.

Tampoco debe sorprender que en las casas de vecindad, cuartearías y solares, donde malvive hacinada un alto porcentaje de la ciudadanía, los mulatos y negros sean sustantivamente mayoritarios. Resulta comprensible que estas condiciones sean poco propicias para el desarrollo de la virtud y el desenvolvimiento intelectual de los seres humanos, a pesar de discursos y alegatos favorables a la integración racial.

Según el último censo (2002), el 65,0 % de los cubanos son blancos, el 10,1 % negros y el 24,9 % mestizos. Estos porcentajes pudieran no ser exactos, teniendo en cuenta lo que se aprecia en las calles en cuanto a una proporción mayor de los dos últimos grupos raciales. Tampoco se corresponden con quienes ocupan cargos de dirección política y administrativa, en su inmensa mayoría blancos, lo cual es tan evidente que el general Raúl Castro lo ha señalado en varias ocasiones. Paradójicamente, la sociedad en Estados Unidos, tan criticada en Cuba y que en 1959 tenía una situación racial más compleja que la cubana, en los últimos 50 años ha progresado en términos relativos mucho más, con una actuación relevante de negros en todos los campos, como Collin Powell, Condoleezza Rice, y Barack Obama, por méritos propios y no como sucede en Cuba en ocasiones "escogidos" únicamente por razones propagandísticas.

El problema racial existe y aumenta con la crisis. Está concatenado con la compleja y difícil situación presente en la sociedad cubana desde hace años, sin visos de solución. Como muchos otros graves problemas, sólo podrá ser resuelto en una sociedad que goce de entera libertad y respeto a los derechos humanos; cuando sean eliminadas las ataduras impuestas por un sistema centralizador, dogmático y disfuncional impuesto al pueblo cubano.

El comienzo de la solución del problema racial es una tarea de todos los cubanos, en el marco de una indispensable reconciliación nacional por encima de diferencias ideológicas, y de otro tipo, sobre la base de que, como dijera Jose Marti: "Cubano es más que blanco, más que mulato, más que negro".

Óscar Espinosa Chepe es economista y periodista independiente cubano.

Ha muerto el escritor colombiano Álvaro Mutis

Álvaro Mutis

Hay un oficio que debería prepararnos para las más sordas batallas, para los más sutiles desengaños. Pero es un oficio de mujeres y les será vedado siempre a los hombres. Consiste en lavar las estatuas de quienes amaron sin medida ni remedio y dejar enterrada a sus pies una ofrenda que, con el tiempo, habrá carcomido los mármoles y oxidado los más recios metales. Pero sucede que también este oficio desapareció hace ya tanto tiempo, que nadie sabe a ciencia cierta cuál es el orden que debe seguirse en la ceremonia.
Caravansary.

De los pocos libros que me traje de Cuba, uno es Caravansary, de Álvaro Mutis...editado por Fondo de Cultura Económica de México, son varios textos. Radamés Molina  me lo regaló en 1990, lo he arrastrado desde La Habana hasta París, de ahí a Sevilla, de esta ciudad medieval a Barcelona modernista.... Allí tengo subrayado con tinta azul estos dos fragmentos que hoy me gusta compartir en mi post el día que me entero por Zoé Valdés que ha muerto Álvaro Mutis.

"Soy el desordenado hacedor de las rutas, de los más secretos atracaderos. De su inutilidad y de su ignota ubicación se nutren mis días.
Guarda ese pulido guijarro. A la hora de tu muerte podrás acariciarlo en la palma de tu mano y ahuyentar así la presencia de tus más lamentables errores, cuya suma borra de todo posible sentido de tu vana existencia" (...)
Hay regiones en donde el hombre cava en su felicidad las breves bóvedas de n descontento sin razón y sin sosiego."
Las nieves del Almirante.