páginas vistas

martes, 3 de septiembre de 2013

Anécdotas de Nat 'King' Cole en La Habana.



( 50 aniversario de grabar en español)
Rememorando pasajes del cabaret  Tropicana, Enrique Núñez Rodríguez cuenta el impacto de Nat King Cole de esta manera:  "Nat King Cole en la pista. Su voz estremecía a las damas. Nature Boy, El bodeguero, Quizás, quizás, quizás. La esposa de un alto oficial, sentada en una mesa de la pista, suspiró profundo y exclamó: Si me lo pintan de blanco doy un millón de pesos por acostarme con él.
Nat King Cole siguió cantando y ella bebiendo, y quizás oliendo. Poco después, más excitada, casi gritó:
—No me lo pinten de nada. Tráiganmelo así mismo.
Y el alto oficial la sacó casi a rastras del paraíso bajo las estrellas.
En la pista, Nat King Cole, negro como el carbón, entonaba "Unforgattable".
Hace 50 años Nat King Cole editó Cole Español (1962), cerrando así un ciclo de acercamiento a la música cubana y mejicana que ninguna otra gran figura de la canción estadounidense había hecho hasta el momento en la Isla. 
Nat grabó tres discos en español, comenzando con A mis amigos, en su tercer viaje a La Habana en 1958; un año más tarde, en México, Cole en español; y en 1960 More Cole (Más Cole), todos para la firma Capitol. No obstante, ya el cantante había experimentado con el cubop cuando en 1949 incluye al bongosero Jack Costanzo en su legendario trío de piano, bajo y guitarra, y graba Go Bong! (Capitol/ Blue Moon) diez años antes.
Cole no era un desconocido al arribar a La Habana: encabezaba, junto a Frank Sinatra, la lista de los intérpretes más vendidos. En 1940 comenzó sus grabaciones de jazz, pero es en 1947 cuando se dedica a grabar como solista. El verdadero nombre de Cole era Nathaniel Adams Cole y había nacido en 1919 en Alabama, donde los cantos negros espirituales se entonaban en los campos de algodón (y en la iglesia, donde su padre era predicador bautista y su madre cantaba y tocaba el órgano).
No queda dudas de que este acercamiento a la música en español comenzó por La Habana. Nat llega a la capital en 1958 —el Diccionario de jazz latino dice que gracias a David Gavanaugh, quien le produce allí sesiones de boleros y chachachás con la Orquesta Tropicana de Armando Romeu, que aporta el arreglo de Quizás, quizás, quizás. Se sabe que en 1958, en la capital cubana, los tres grandes cabaret Sans Souci, Montmartre y Tropicana competían por las grandes producciones musicales y las figuras más reclamadas internacionalmente. Es por eso que Roderico Neyra (Rodney), sugiere al dueño de este último local, Martin Fox, que contratara a Nat King Cole. Uno de los primeros negros que rompe la barrera del color en Tropicana. El cantante acepta, pero reclamando una cantidad de dinero que, para la época, resultaba una fortuna.
Cuenta el periodista Rafael Lama que el entonces jefe de relaciones públicas del "paraíso bajo las estrellas", Alberto Ardura, viajó con un equipo de periodistas y fotógrafos hasta Miami para acompañar al cantante en vuelo especial, a bordo del Super G Constelations de Cubana de Aviación. Y convirtieron la nave en un "Tropicana volante", algo que dejó atónito a Nat King Cole, quien estaba acompañado de una amplia comitiva, su esposa, su hija Nathalie, el peluquero, el jefe de estudio y de luces, el representante y un grupo musical (bajo, batería y piano). Durante aquel histórico viaje Nat pidió a uno de los periodistas que le prestara su guayabera —prenda muy usada en la Isla—, pues quería mostrarse, al llegar, como un cubano más. En el viaje, se unió al grupito musical que tocaba en el pequeño cabaret volante.
La bailarina Ana Gloria lo invitó a bailar y cantar El manisero, la famosa pieza de Moisés Simons.
"La Habana es muy bella —exclamó Nat a su llegada—. Uno se sorprende desde el avión".
Nat King Cole organizó, con su equipo especial, un estudio in situ del Tropicana en el que trabajaría. Hizo un viaje de incógnito al cabaret y a la ciudad. Desde estos presupuestos interpretó, en cada presentación en el local, 37 canciones, ha afirmado el músico cubano Senén Suárez.
"Eran canciones cortas, pero muy gustadas. Se presentó con un smoking (al igual que los asistentes), aunque se cambió de vestuario en diversos momentos. Al final se sentó al piano para 'descargar' jazz. No olvides que era considerado entre los cuatro mejores pianistas del jazz", recordó el conocido ejecutante.
A petición de Cole, el pianista Bebo Valdés interviene en El bodeguero. Bebo años antes (1952) había grabado, a pedido del productor Norman Granz, la primera descarga de jazz nacional que se graba en Cuba. Además de Bebo, el percusionista Guillermo Barreto tocó sus tumbas acompañando a Cole. La orquesta de Tropicana se reforzó con violines de la Orquesta Sinfónica Nacional.
"Nat se percató —explica Armando Romeu, director de la orquesta de Tropicana— de que nuestra orquesta era una constelación de estrellas y grabó con nosotros. Yo le hice arreglos a la canción de Osvaldo Farrés Quizás, quizás, quizás. En ese disco también se grabó El bodeguero, de Richard Egües, Noche de ronda, de Agustín Lara y Delirio, de Portillo de la Luz, en versión instrumental".
Después de las grabaciones se realizó una gran cena en la Bodeguita del Medio, restaurante obligado para todo ilustre visitante. En la mesa posan para la historia su esposa y el dueño de Tropicana, Martin Fox.
Pero no sólo Tropicana, y la Bodeguita del Medio tuvieron el lujo de acoger a Nat King Cole, las calles de centro Habana también... así lo cuenta un espectador:
"Una invernal tarde, el cantor se atrevió a recorrer la zona más populosa de la capital. Tomó un auto lujoso y pidió que lo llevaran a la llamada 'esquina del dolor' (intersección de las calles Galiano y San Rafael), donde se encuentran las tiendas populares. Arribó al mismísimo corazón de La Habana, donde la gente quedó atónita, quizás un poco confundida".
El crítico de cine Rolando Pérez Betancourt lo rememora así: "Estaba vestido con un saco a cuadros, rodeado de la multitud. Mi padre, alzando la voz, en un rudimentario inglés, le dijo que tenía su último disco, Nat sing for two in love. Nat le sonrió y agradeció. El auto vino al rescate del cantante y lo trasladó hasta la calle Amistad 208, esquina a Neptuno, a la discoteca Fuste (que existe todavía). Allí lo fotografiaron para la propia revista Fusté show, tan divulgada en aquel entonces, según relata el investigador Manuel Villar"
No todo fue color de rosa para Nat King Cole en la Habana; se sabe de la polémica desatada a raíz de que el Hotel Nacional no quisiera hospedarlo por ser negro (un color maldito allí). Ángela, una cubana que pudo pagarse la entrada en Tropicana —hoy con más de setenta años—, aseguró a un periodista que ante todo "fue muy importante para los negros en Cuba, porque eran muy pocos los que podían participar en ese show".
Lo que nos queda con los años es que Nat bailó en casa del trompo con sus armas, es decir, con chachachás y boleros en español, y ganó. Pero además de ganar, ayudó a difundir la música cubana en lugares donde nunca antes se había escuchado. Quizá lo más interesante sea constatar cómo el empresariado criollo dedicado a la música era capaz de iniciativas de esta clase (antes de 1959), porque si a la estancia de Nat King Cole unimos las de Lola Flores y la vedette Josephine Baker —quienes iban a ganar mucho dinero—, hay bastante tela por donde cortar.