páginas vistas

domingo, 17 de marzo de 2013

Retorno al Aeropuerto de Orly, 2013. Mi llegada en 1999.

"Le doy a la patria un valor accidental; no es esencia sino circunstancia." Fernando Ayala. El lector de este post verá lámparas de un aeropuerto al que no había vuelto en 13 años. El autor de este post vió hace unos días a uno exactamente igual que yo en 1999 llegando de La Habana hasta aquí. Con casi todos los libros que pude llevarme junto a una carpeta de discos acumulados como crítico musical, varios libros inéditos como proyectos y el olor de La Habana Vieja impregnado a la piel por los últimos siete años que había vivido allí. Una ilusión calmada y silenciosa por tocar por primera vez París que me emociona al recordar los poemas que traje sobre los puentes del Sena para leerlos mientras caminaba por ellos.
Después de viajar varias veces a esta ciudad en los últimos trece años, me resisto a abandonarla. No quiero montar en el avión para irme y cuando llegue a Barcelona no querré salir del avión, ni del aeropuerto del Prat de Llobregat.
No siento que retorne algún fantasma, pienso en mis orígenes en Europa y cómo llegar a una ciudad como París me ha condicionado el deseo de hacer vida con la ciudad como escenario. Seguro por haber aprendido aquí el vicio de las largas conversaciones en los cafés de diferentes barrios, y luego aplicarlo en Sevilla, Madrid, Barcelona, Milán, Bruselas, Lisboa, Évora, Roma, Burdeos, New York, San Sebastián, Granada, Córdoba, Génova, Florencia,...
Hace dos días desayunamos en la isla de Saint Louis, con la Cité y la espalda de Notre Dame ante mis ojos, hablando de como mejorar los imponderables. Hace un día en el café Art Métiers yendo hacia le petit marché des Enfants-Rouges, tuve un deja vú extrañó en que fui protagonista. No obstante, hablar con el arquitecto Seguí en Montmartre rodeados de luz y ateliers que condicionaron la forma de pintar en gran parte del siglo XX, o ir con Sarah al bar Costes, en el barrio 9, donde Johnny Depp conoció a Vanessa Paradiss, va más allá de la experiencia.
Las lámparas de este post del aeropuerto de Orly emiten una rara luz en la memoria, no sólo la emiten sino que me llevan con ella.            
Retorno a Barcelona en cuerpo, sólo en cuerpo algo de mi se queda para escribir varios post de esa
ciudad, pero la muerte del arquitecto Roberto Segre en Brasil, el papa Francisco, y sobre todo una ducha de 45 minutos con música por todo lo alto, me obligan a seguir pensado que más allá de los Pirineos tengo una hermana, Sarah Caron que sabe cómo hacer que exista.