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jueves, 31 de marzo de 2011

Roger Waters o Pink Floyd en Barcelona




Yara tuvo la certeza una vez más, de sacar las entradas para el concierto de Roger Waters en Barcelona, The Wall Live, que en realidad fue Pink Floyd en vena, para saciar toda la nostalgia de vinilos y casettes de este grupo que acumula en los archivos de su memoria personal y sonora del siglo XX, y que se quedaron en La Habana al partir. Es la segunda vez que lo vemos en el Palau Sant Jordi, la diferencia, es que esta vez el concierto tenía como único criterio o concepto, su The Wall.

Esta obra que es una especie de ópera del rock sinfónica auditiva y psicodélica, estuvo concebida en sus orígenes para ser escuchada en su totalidad y armar imágenes en nuestra cabeza de guerras y reflejar el mundo sonoro de los años setenta.

Hoy uno sabe que Pink Floyd se adelantó treinta años a la tecnología digital, pues el concierto de ayer, pleno de imágenes digitales sobre un muro desproporcionado sobre el escenario, que a veces tapaba al grupo mismo, otras se caían los trozos para dejar ver un guitarrista, el muro fue en realidad la pantalla digital donde pasó un collage de películas, fotogramas, dibujos animados, y sobre todo una denuncia hacia todas las guerras indiscriminadas de países contra países y de países contra sus ciudadanos. Impactante fue ver a toda pantalla el rostro del brasileño que se saltó la barrera del metro en Londres y fue asesinado por la policía quien lo confundió con un terrorista islámico.

A los conciertos de Roger Waters uno cree que va a escuchar y termina deleitado con las imágenes proyectadas y descubre que el rock sinfónico de Pink Floyd nos llevaba a un futuro desconocido cuando solo vivíamos en una isla, que está rodeada por un muro real que nos impedía no solo ver más allá, si no que no nos dejaba salir y pensar libremente. Por eso quizás las imágenes que más me gustaron fueron cuando el muro se convirtió en un ojo humano que nos miraba permanentemente, y llegó a su clímax cuando se convirtió en una cámara de vídeo, o sea, de ojos humanos que pueden tener criterio y cambiarlo, ahora nos vigilan cámaras en cualquier parte que carecen de criterio.

Tras estos conciertos siempre termino pensando en muchos amigos que aún viven dentro de un Muro en Cuba, y sé la ilusión que les haría ver un concierto como este después que estuvimos años escuchando ilegalmente esta música prohibida por el Gobierno por los rincones de la ciudad, siento que también están debajo de mi piel o detrás de mi pupila atenta a la creatividad desbordante del escenario.

La última imagen que quedó en el escenario fue una niña abrazada a una Luna, y yo quise ver en ésto un homenaje a Yara, quien era una niña en La Habana cuando por primera vez tocó la cara oscura de la luna con sus manos a través de un vinilo de Pink Floyd .


lunes, 28 de marzo de 2011

Erica Simone: una francesa desnuda por Nue-York...


 Erica Simone tiene revolucionado el paisaje de la ciudad de Nueva York, revolucionando el nombre de esta ciudad en su página web como Nue-York, del francés Nue, desnuda, por el inglés New, nueva. Un neologismo "Nue-York" maravilloso y ágil que aumenta la frescura de su performance visual y urbano, imitando una modelo de Helmut Newton paseante en una ciudad... No solo corre desnuda, también va en metro, compra perritos calientes, barre la nieve o entra a un negocio pakistaní igualmente como llegó al mundo. Lo curioso, es que un acto así en pleno siglo XXI, y en New York, no pensé que produjera tal alboroto en los medios españoles (La Vanguardia) o norteamericanos que son tan revolucionarios en arte,  política o tecnología punta. 
Vivo en una ciudad, Barcelona donde el nudismo es un acto que se puede practicar de forma natural, sin ningún conflicto y autorizado por el ayuntamiento. Me sorprendí mucho la primera vez, hace diez años cuando en plenas Ramblas de Barcelona, donde suelen pasear los fines de semana alrededor de un millón de personas, ver a un hombre completamente desnudo entre la multitud, el señor que aparece en la foto al final de este texto. Pero no solo que fuera

lunes, 14 de marzo de 2011

Emigración: Made in China


No son pocos los que se quejan de la arribada de la emigración china a las ciudades españolas. Lo curioso, que roza la hipocresía en muchos casos, es que los mismos comerciantes españoles grandes y pequeños propiciaron la llegada de los asiáticos importando durante los años ochenta y noventa material Made in China a bajo costo. Durante años, Zara (cuyo dueño, Amancio Ortega, es el número siete de los más ricos de la Lista Forbes de marzo 2011), Mango, Adolfo Domínguez y otros, han utilizado mano de obra china para sus productos. Los chinos, por su parte, utilizaron a éstos para entrar en este país como en un Caballo de Troya griego. Ahora, cuando dominan a la perfección los gustos y las debilidades del mercado español, han aterrizado, y se han colado por las grietas del sistema.
He experimentado esa evolución de cerca en un barrio barcelonés donde vivo desde hace diez años: Gràcia.
Una catalana me dijo en el 2001 cuando buscaba piso que no lo hiciera en Gràcia porque eran muy catalanistas y me sería difícil encontrar algo, no fue exactamente así, pero sí noté que era un barrio donde la emigración latina, árabe y asiática no era frecuente en la convivencia cotidiana, solo los pakistaníes comenzaban a administrar pequeños supermercados con flexibilidad horaria los fines de semana.
Exígete mucho a ti mismo y espera poco de los demás. Así te ahorrarás disgustos. Confucio


En cambio, los chinos fueron llegando más tarde, y comenzaron con los antiguos negocios de "Todo a cien", luego con los restaurantes de comida china, y de ahí pasaron a las cafeterías de barrio, sustituyendo a las catalanas de toda la vida y a otros restaurantes donde, para asombro de muchos, mantienen el eje de la cocina tradicional catalana: calçots, paella, escalivada, crema catalana o bacallà a la llauna, muy lejos de los tópicos restaurantes chinos de dragones en las puertas, se han hecho con las fruterías, las peluquerías, los negocios de uñas postizas, masajes, etc. Han flexibilizado y bajado precios, abren más temprano bares y

sábado, 12 de marzo de 2011

Escenas de Japón en mí



Mi padre fue marino mercante por más de 40 años. De pequeño, antes de separarse de mi madre, recuerdo que cuando volvía de sus viajes a  Japón hacía que me convirtiera en el niño más envidiado del barrio por los juguetes que me traía: pistolas y ametralladoras que echaban chispas por la punta, y de seguro, hoy, prohibidas por normativa europea por la posibilidad de dejar tuerto a algún niño. No obstante, el juguete que más me gustaba, era un tren y sus raíles... que luego asocié con el tren eléctrico de Hersey que va de La Habana a Matanzas y en el que tuve una relación eléctrica una madruga de juventud y libertades.
En cambio, en mi libro de poemas, Síndrome de Ulises, la única huella de Japón evidente es el poema Escenas de Tokio, donde verso sobre el impactante suicidio del poeta Osamu Dazai. Quizás porque si, de pequeño, Japón representó el juego, de mayor, a través de su literatura y

jueves, 10 de marzo de 2011

Centro de atención al emigrante: Síndrome de Ulises



-Quiero suicidarme.
-¿Qué motivos tienes?
-Esto no es lo que esperaba.
-¿Lo que esperabas o lo que soñabas?
-Trabajo más que en mi país natal, en algo que no me gusta, más bien detesto, y solo me da para sobrevivir.
-¿Sabes que más de la mitad de la población nacida aquí está como tú y no han atravesado el Atlántico?
-No
-¿Alguien te dijo que vinieras?
-No.
¿Estabas mejor en tu país?
No.
-¿Sabes que tu futuro es el presente cotidiano de la gente? ¿Has vuelto?
-No.
-¿Te quieres volver?
-No
-¿Sabes que todos tenemos ese estrés de sueños no resueltos:
con FACTURAS Y VIDA como primera necesidad?
-¿Y qué hacen?
ASUMIRLO. Sabiendo que la solución de la realidad se construye con pasos muy pequeños.
-¿Cómo?
-Soy psicólogo, no mago.

Hace diez años cuando escribí este texto, había visto una película francesa Odio, de Mathieu Kassovitz, donde el protagonista, un emigrante árabe, se suicidaba tirándose de un balcón de un edificio en las afueras de París, mientras caía iba pensado, el problema no está en la caída, sino en el aterrizaje/ el problema no está en la caída, sino en el aterrizaje/ el problema no está en la caída, sino en el aterrizaje...